Artículo

Ni utilitarios ni suntuarios. Los cinceles de metal del sitio Martínez 1, valle de Ambato, Catamarca, siglos VI al XI d.C.


Guillermina Espósito1,*


1 Museo de Antropología. Universidad Nacional de Córdoba.


* Guillermina Espósito E-mail: guillesposito@yahoo.com


RESUMEN

La clasificación dicotómica que le ha sido casi invariablemente otorgada a los objetos de metal, ha delimitado la caracterización de “lo metálico” a aquello prescripto por las categorías a través de las cuales justamente se lo clasificó, esto es, suntuario o utilitario. Pero ¿cómo distinguir el carácter utilitario o suntuario de un particular objeto metálico?, y en todo caso ¿cómo definir la practicidad o suntuosidad de algo?, ¿es relevante por sí sola la categorización de los objetos en utilitarios o simbólicos y/o suntuarios?, ¿o podemos pensar acaso en que tales categorías resulten, de hecho, carentes de sentido en tanto están vacías de contenido? En este trabajo proponemos que el carácter suntuario o utilitario de un objeto no reside en ningún atributo esencial de éste, sino en arbitrarios esquemas de clasificación que en determinado momento se aplicaron sobre los objetos y cuyo sentido quedó asociado mecánicamente según su ubicación en uno u otro tipo. Es analizando el papel desempeñado por los objetos metálicos en su vinculación con las prácticas sociales en las cuales participaron, como podremos acceder a la significatividad social que su existencia implicó, trascendiendo así la arbitraria dicotomía entre “objetos utilitarios” y “objetos simbólicos”.

Palabras clave: Metalurgia; Ambato; Cinceles; Utilitarios; Suntuarios.


ABSTRACT

The opposite classification that has almost invariably been granted to the metal objects has defined the characterization of “the metallic” to that prescribed by the categories through which fairly classified it. This is, sumptuary or utilitarian. But how to distinguish the utilitarian or sumptuary character of a metallic object in particular? And, in any case, how to define the utility or sumptuosity of something? Is the categorization of the objects in utilitarian or symbolic and/or sumptuary outstanding by itself? Or can we think that such categories are, in fact, lacking of sense as long as they are empty of content? In this paper, we propose that the sumptuary or utilitarian character of an object doesn’t reside in any essential attribute of this, but in arbitrary classification schemes that in certain moment were applied on the objects, and which sense was mechanically associated according to its belonging to one or another type. It is analyzing the role carried out by the metallic objects in their association with the social practices in which participated, that we will enable us to access to the social significance that their existence implied, transcending the arbitrary dichotomy between “utilitarian objects” and “symbolic objects”.

Keywords: Metallurgy; Ambato; Chisels; Utilitarian; Sumptuary.


Recibido en Marzo de 2006.

Aceptado en Julio de 2006.


Espósito, Guillermina. 2006. Ni utilitarios ni suntuarios. Los cinceles de metal del sitio Martínez 1, valle de Ambato, Catamarca, Siglos VI al XI DC. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 2:9-18. Buenos Aires.



INTRODUCCIÓN

Este artículo es una versión resumida de un aspecto central de mi trabajo de tesis de Licenciatura en Antropología1, en donde intenté indagar en una vía alternativa de interpretar a los objetos elaborados en metal, movida por un interés guiado en la necesidad de trascender las clasificaciones que, a mi juicio, arbitrariamente caracterizan a los mismos, es decir, aquellas clasificaciones que ubican a los objetos de metal como suntuarios o utilitarios. En aquella oportunidad trabajé con un conjunto de treinta piezas de metal provenientes de seis sitios arqueológicos del valle de Ambato, provincia de Catamarca, a través de cuyo análisis intenté comprender el papel que jugaron los objetos de metal en los diversos contextos sociales en los que participaron, entre el 600 y el 1100 DC. En esta oportunidad caracterizaré, tanto a nivel técnico como contextual, a un conjunto de seis cinceles elaborados en metal provenientes del sitio Martínez 1 (Assandri 1991). Intentaré mostrar que más allá de su función de desbaste, al intervenir en determinado proceso de trabajo vinculado a la confección de grandes vasijas ordinarias, los mismos participaban activamente en la producción y reproducción de los grupos sociales que estaban involucrados en dicho proceso productivo. Para ello, en primer lugar, discurriré sobre el modo en que desde la arqueología, la clasificación de los objetos en suntuarios y utilitarios intervino en la interpretación de los objetos metálicos, lo que nos servirá de base para trascender la artificialidad del límite que impone dicha dicotomía, y reubicar a los cinceles en un marco más amplio donde no sólo se disponen en uno de estos polos –objetos utilitarios– sino que podemos interpretar los significados históricos concretos que los mismos tuvieron, en el marco de las prácticas sociales en las que participaron.

I-

En el ya clásico debate dentro de las ciencias sociales acerca de si existe una inevitable mecánica en la acción social que moviliza a la gente a través de diversos procesos que ellos ignoran, o, si por el contrario, el sujeto se posiciona como productor autosuficiente de la acción social, el lugar otorgado a los objetos en su vinculación con el hombre ha sido un asunto de discusión permanente, en particular desde la arqueología, disciplina que en gran parte se construyó y desarrolló a través de la clasificación de objetos. La clasificación como un proceso innato del entendimiento humano, impregnó la cultura occidental (Boast 1990), transformándose el mundo clasificado en sinónimo del mundo real, adquiriendo así la apariencia de un hecho verdadero, natural. Estas nociones quedaron fijadas en la arqueología desde sus inicios como disciplina, y es en este sentido que a los objetos elaborados en metal les fue concedido el papel de portar mensajes de poder y status social, reificados como entidades materiales comunicadoras del poder del estamento jerárquico de las sociedades del pasado, supuesto a partir del cual la metalurgia se particularizó como una tecnología del poder (Lechtman 1988). En el caso que nos convoca, la integración (con sus diferentes manifestaciones regionales) de las sociedades andinas de la época por la ideología de la Aguada2, supuso la producción, uso y circulación de determinados bienes suntuarios, que oficiaron de legitimadores de los estamentos de dominación, entre los que los objetos elaborados en metal se esgrimen como uno de los que más conspicuamente ejecutaron esta intención legitimadora (González 2004). Esta situación privilegió, en las investigaciones sobre metalurgia andina, que el foco de interés se orientara hacia el estudio de aquellos objetos que se consideraron suntuarios o simbólicos (en mayor medida placas, discos, y en menor grado hachas, campanas, brazaletes, anillos, pendientes y demás objetos ornamentales), los que, a partir de la gran inversión de energía puesta en su elaboración, y por el hecho de haber sido confeccionados por dedicados especialistas, reflejaban en forma de prestigio la ideología de los estamentos superiores de las sociedades de las que formaban parte (Pollard 1981; Lechtman 1984, 1988; Lechtman y González 1991; González 1999). Esta perspectiva hunde sus raíces teóricas en los postulados que, reaccionando al trazado de estadios evolutivos de desarrollo cultural, estaban interesados en identificar el origen, movimientos e interacciones de pueblos prehistóricos, redundando en un interés acerca de las variaciones geográficas y no sólo temporales del registro arqueológico (Trigger 1992). La necesidad de precisar cronologías relativas y establecer espacial y temporalmente las culturas del pasado, cuyos rasgos estaban contenidos en los objetos que se suponía pertenecían a dichas entidades culturales, produjo que se dirigiera la atención hacia problemáticas vinculadas con la clasificación de objetos a fin de construir tipologías que permitiesen comparar las culturas de las cuales dichos objetos eran propios. En este ámbito, se pensó a los objetos como “espejo” de aquella construcción cultural, en tanto reflejaban los valores que hacen a su especificidad como cultura. Los tipos resultantes de las clasificaciones de objetos, por compartir determinados atributos, fueron considerados manifestaciones de información cultural que podía (y debía) ser aislada en tiempo y espacio, y supuso una sistematización rígida de los tipos materiales y de las culturas de ellos resultantes, siendo justamente las tipologías la base clasificatoria necesaria de esta inferencia arqueológica.

A principios de la década de los ’60 comienzan a cuestionarse los supuestos teóricos de la escuela Histórico Cultural, y se buscan explicaciones dentro de cada sistema cultural desde una perspectiva evolucionista, inquiriendo en las regularidades materiales que presenta el proceso (Trigger 1992) y recurriéndose a interpretaciones funcionales de los datos arqueológicos. El énfasis puesto en el rigor metodológico impulsó las discusiones acerca del método de clasificación, promoviéndose un método explícito y riguroso para determinar los rasgos significativos de variabilidad y los tipos. A pesar de que se abandonó la ecuación de tipos y culturas, se mantuvo la organización de rasgos culturales dentro de los primeros, aunque con un giro en la definición de rasgo. Se redefinió la tipología como la definición sistemática de asociaciones de rasgos no azarosas, localizándose la significatividad de los patrones tipológicos en objetivos orientados por problemas o hipótesis (Boast 1990; Trigger 1992). La cultura fue vista como el medio extrasomático, relacionada funcionalmente a estrategias adaptativas, y la cultura material, restringida a la tecnología, fue planteada como la variable interpuesta entre la sociedad y el ambiente. Las clases de objetos y ya no los tipos, se utilizaron para determinar función, y estas clases fueron mantenidas como entidades que participaban en diferentes estrategias en los intentos de la sociedades por mantenerse adaptadas. Aunque estas clases no eran vistas más como naturales o teniendo sólo un significado a través del tiempo, ni se restringían tampoco a un solo objeto, eran aún vistas como items que contenían información, considerándose simples receptáculos de información (Boast 1990).

En este marco, en los estudios de metalurgia andina, los objetos utilitarios cobraron importancia en tanto eran los que permitían a las poblaciones adaptarse al medio. De esta manera las investigaciones que analizaron estos objetos (agujas, cinceles, cuchillos, punzones, pinzas, alfileres, algunos tipos de hachas, entre otros), lo hicieron desde un enfoque que los consideró como los productos finales del proceso de producción metalúrgica, y es así que surgió una serie de trabajos que abordó el problema de la metalurgia prehispánica en el Noroeste Argentino (NOA), desde perspectivas que se encaminaron hacia la indagación y reconstrucción de estos procesos de producción, a partir del estudio de indicadores que pudiesen dar cuenta de los diversos momentos de dicho proceso, cobrando también importancia los estudios experimentales de producción (González 1979, 1992; Lechtman y González 1991; Scattolin y Williams 1992; González 1994, 1997, 1999; Tarragó y González 1998; Pifferetti 1999; Angiorama 2001; Cabanillas et al. 2002; Gluzman 2004; entre otros).

Aún a pesar de las conocidas propiedades atribuidas al metal como un sólido con una gran expectativa de durabilidad, suave, plástico y maleable (Lechtman 1999), la clasificación dicotómica que le ha sido invariablemente otorgada ha delimitado la categorización de “lo metálico” a aquello prescripto por las categorías a través de las cuales justamente se lo clasificó, esto es, en suntuario o utilitario. Pareciera ser que el metal, lo metálico, como categoría de elemento, subsidiario principal de uno de los reyes de los tres mundos en los que se divide lo existente3, participara naturalmente, por un lado, en la conformación, exhibición y legitimación de las jerarquías sociales a través de su materialización en objetos suntuarios; y por otro, en la reproducción de las sociedades a través de su objetivación en piezas utilitarias. Pero ahora bien, ¿cómo distinguir el carácter utilitario o simbólico de un particular objeto metálico?, y en todo caso, ¿cómo definir la practicidad o suntuosidad de algo?, ¿es relevante por sí sola la categorización de los objetos en utilitarios o simbólicos y/o suntuarios?, ¿o podemos pensar acaso en que tales categorías resulten, de hecho, carentes de sentido en tanto están vacías de contenido?

II-

Durante los últimos años se ha propuesto en el marco del Proyecto Arqueológico Ambato4 el estudio de la desigualdad social en contextos arqueológicos, desde una perspectiva que la asocia con procesos de diferenciación y de heterogeneidad creciente en diversas esferas humanas, tanto materiales como inmateriales, habitualmente englobados bajo el concepto de complejización social (Laguens 2003). Esta organización contrasta con la forma de vida previa, donde existía un acceso y distribución de recursos materiales y sociales más equilibrados, con menor variabilidad material y disponibilidad de recursos económicos, y con menor cantidad de gente distribuida en poblados más pequeños. Junto con estos rasgos de heterogeneidad social, se detecta un incremento de la población y, entre otros indicadores materiales, el proceso se concreta en la construcción cultural del espacio, a través de una complejización del patrón residencial, la aparición de la monumentalidad en las edificaciones, la construcción de obras de infraestructura, acompañada de una mayor densidad y variedad de sitios domésticos y públicos.

Es en este marco que se inserta este artículo, en un intento por comprender el rol que jugó un conjunto de cinceles de metal en el contexto de producción artesanal en el que participó, sin recurrir a formas arbitrarias y naturalizadas de clasificación, sustentadas en tipos ideales creados a priori, sino en el marco de su situacionalidad histórica y social, en la que, junto a las personas con las que interactuaron cotidianamente, intervinieron activamente en la producción y reproducción de las relaciones sociales que involucraron.

III-

Ubiquemos entonces a los seis cinceles que analizaremos en este artículo. Empecemos caracterizándolos en función de sus aspectos morfológicos, técnicos y funcionales. En relación a sus aspectos morfológicos, los cinceles se caracterizan por poseer en términos generales una forma alargada de sección cuadrangular. Sus caras son planas, y los extremos están achatados respecto a la sección central de la pieza, siendo en general uno más ancho que el otro. El extremo achatado más ancho conforma un filo. En cuanto al largo de los instrumentos, sólo pudimos medir uno de ellos en su totalidad, puesto que el resto se encontraba fracturado, midiendo 7,08 cm (objeto C en Figura 1). En relación al ancho, el mismo varía entre los 0,4 cm hasta los 2,28 cm. Con respecto al espesor, también es variable desde los 0,25 cm hasta los 0,48 cm. Las características morfológicas de los cinceles, principalmente las terminaciones en cuña y los extremos afinados, permiten plantear la posibilidad de que hayan estado enmangados. Todos estos rasgos formales (morfología y dimensiones) junto a sus características técnicas (presencia de filo en uno de sus extremos, posible sujeción por mangos que permiten su manipulación, etc.) sugieren que fueron planificados para ser empleados en alguna actividad destinada a desbastar, sustraer mecánicamente y por la acción de un filo (Gluzman 2004) materia de otros sólidos, como cerámica, madera, piedra y/ o metal. A cuatro de estos cinceles (objetos A, B, E y F en Figura 1) se les realizaron análisis de composición química que dieron por resultado la utilización de cobre arsenical en su confección (Cabanillas et al. 1998). A dos de ellos se les realizaron análisis metalográficos, los que mostraron el sometimiento de las piezas a deformación plástica, principalmente longitudinal, y maclas y bandas de deslizamiento como producto de la recristalización, observaciones que nos permitieron plantear que la manufactura de los mismos se realizó por procesos de martillado y recocido5. Todas estas características nos permiten ubicar a este conjunto de cinceles, en el polo de los objetos utilitarios. Ahora, ¿qué sucede si traspasamos este muro de significantes arbitrariamente asignados, e insertamos a estos objetos en sus contextos concretos de circulación y uso, es decir en las prácticas específicas en las que intervinieron?

IV-

El valle de Ambato es una zona con una amplia oferta ambiental de maderas y leñas, combustibles cuya disponibilidad pudo favorecer el emplazamiento de instalaciones para la realización de operaciones metalúrgicas. Según la información que poseemos hasta el momento, al valle de Ambato ingresaban minerales metalíferos, metal fundido en forma de lingotes y objetos ya confeccionados, sin haberse encontrado hasta ahora ninguna evidencia de procesos de producción primaria que permita concluir que en el valle se fundieran minerales o se confeccionaran lingotes. Sin embargo, se ha constatado la presencia en el sitio Piedras Blancas de un pozo repleto de carbón de algarrobo vinculado a operaciones de martillado y recocido de metales (ver Espósito y Marconetto 2006). Este contexto productivo parece revelar una organización eventualmente doméstica destinada a la producción en pequeña escala de útiles metálicos.

En diversos contextos dentro de los diferentes sitios excavados, observé un patrón de asociación recurrente entre cinceles de metal y grandes vasijas ordinarias, en contextos de elaboración de estas últimas. Los sitios de donde provienen estos contextos son Martínez 1, Martínez 2 y Martínez 3, aunque aquí profundizaré en la caracterización del taller de producción alfarera hallado en el sector de patio y galería del sitio Martínez 1, conformado por una unidad-habitación con galería abierta y un montículo basurero ( Figura 2). En este sitio se halló un conjunto de instrumentos, fundamentalmente utilizados para la elaboración de alfarería, que condujeron a interpretar este sitio como un lugar en donde se almacenaron instrumentos y se desarrollaron diferentes actividades artesanales, principalmente elaboración de cerámica pero sin descartar el trabajo en cuero, el hueso y la tejeduría (Assandri 1991). El énfasis en la participación de los cinceles de metal en la producción cerámica de grandes vasijas ordinarias, se da principalmente a partir de su vinculación contextual con panes de pintura (para la decoración de las piezas), pequeñas planchas de mica (usada como antiplástico), punzones de hueso, pulidores y fragmentos de tiestos fracturados intencionalmente, cuya finalidad pudo haber sido la de su incorporación como antiplástico en la fabricación de la pasta de las piezas de cerámica. Estos elementos permitieron caracterizar a este lugar como un taller de producción alfarera donde los cinceles intervinieron en el rebajado y desbaste en el modelado de estas grandes vasijas de almacenamiento. Pero ahora, ¿qué implicancias más allá de la función utilitaria de desbaste y sustracción de sólidos tiene la participación de estos cinceles en la confección de estas piezas en el sitio Martínez 1?


FIGURA 1· Cinceles de metal provenientes del sitio Martínez 1.



FIGURA 2· Plano del sitio Martínez 1. (Calcado del original en Assandri 1991).


V-

La estandarización en la producción de las grandes vasijas ordinarias halladas en Ambato ya fue propuesta para el período que aborda este trabajo, y fue sugerida en este sentido una diversificación de roles sociales vinculados a una producción tendiente a la especialización artesanal (Fabra 2002). Estas grandes vasijas son producidas por un grupo de artesanos alfareros. Cada vez que en un taller un artesano sujeta un cincel para desbastar estas piezas cerámicas, la existencia y agencia de la escala social que implica esta producción es reproducida como tal, y los cinceles adquieren un significado más allá de sí mismos reafirmando su historia particular y su rol como productor de la vasija. En la intervención de los cinceles durante los procesos de manufactura de estas grandes vasijas, converge una serie de dimensiones que trascienden la contingencia del momento de ejecución práctica en el cual el cincel se encuentra con la vasija. En ese momento se intersectan por lo menos tres temporalidades diferentes: la del tiempo biográfico de los cinceles, la del tiempo biográfico del ceramista y la del tiempo biográfico de las vasijas. Estas temporalidades nos refieren a las historias de vida particulares de cada uno de ellos, biografías que en el momento de su encuentro, a la vez que son traídas desde el pasado al presente, son desactualizadas al ser ejecutada la práctica en la que intervienen, y así incorporadas como habitus (Bourdieu 1977). Y es en este sentido que la historia de la producción de los cinceles, sus atributos técnicos, su composición elemental y su funcionalidad adquieren un sentido no ya por sí mismos, sino aún más allá de los propios cinceles, al incorporarse en una trama donde adquieren significatividad conjunta con las vasijas que ayuda a confeccionar. Y es en este interjuego productivo recurrente entre los ceramistas, los cinceles y las vasijas, donde los artesanos se reproducen como tales, como una categoría social particular dentro de la sociedad de Ambato.

De esta manera, la perspectiva que adopté para el estudio de las piezas de metal en el valle de Ambato, me permitió comprender que lo metálico, como componente material del conjunto de objetos que analicé, es un elemento que los unifica como una categoría particular de objeto, sólo al inicio de sus trayectorias biográficas. Al momento en que se los confecciona, todos participan en una dimensión donde convergen las mismas escalas temporales, espaciales y sociales. Pero cuando sus biografías se separan, y cada uno de los objetos comienza a participar en prácticas interactivas concretas con otros objetos, en diversos espacios y tiempos y con diversos agentes sociales, se constituyen en categorías particulares no ya por compartir el atributo de ser de metal, sino por asociaciones específicamente vinculadas a los contextos en los que se integran. En este marco, los seis cinceles provenientes del sitio Martínez 1 fueron interpretados sin haber recurrido a su ubicación en la clasificación tradicionalmente pensada para los mismos como objetos utilitarios, visión que los consagra a interpretaciones, sino vacías de sentidos, al menos anticipadas a cualquier consideración situacional, impidiendo una caracterización reflexiva del rol jugado por aquellos en los diversos contextos en los que participaron a lo largo de su vida. Aún habiendo cumplido una función específica, los cinceles de metal del valle de Ambato no pueden seguir siendo categorizados como meros objetos utilitarios que en el pasado desbastaron y sustrajeron materia de otros sólidos, a riesgo de, al menos, seguir perpetuando el impedimento teórico de inscribirlos en interpretaciones que trasciendan las explicaciones funcionalistas a las que tradicionalmente han sido confinados los objetos elaborados en metal. De esta forma, los cinceles que analizamos en este artículo, trazando palmo a palmo pequeñas incisiones sobre la cerámica fresca de las grandes vasijas ordinarias que en manos de artesanos alfareros eran fabricadas en el sitio hoy llamado Martínez 1, participaron activamente en la producción y reproducción de la sociedad que, a lo largo del primer milenio de la era, vivió en el valle de Ambato.

NOTAS

1. La tesis, titulada “De clasificaciones y categorizaciones. Los objetos de metal del Valle de Ambato”, fue defendida en la Escuela de Antropología de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario en junio del año 2005. Fue desarrollada en el Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba y dirigida por el Dr. Andrés Laguens, a quien le agradezco sus cometarios sobre este artículo.

2. Al respecto de la configuración social que comienza a desarrollarse a partir del 600 DC en el NOA, los diferentes investigadores que ahondaron en el tema han acordado en caracterizarla como un momento de integración social y política, en donde se instauran relaciones sociales de desigualdad abrigadas por la ideología de “La Aguada”, de carácter eminentemente religioso (González 1961-1964; González y Pérez 1976). El cambio hacia el nuevo estilo de vida, fue caracterizado por “...una intensificación de la economía y la acumulación de excedente, con un crecimiento marcado de la población, diversificación de los roles sociales, especialización artesanal y desigualdades sociales y políticas” (Laguens 2003:2). En estas sociedades, el excedente social permitió la dedicación de medio tiempo o tiempo completo a los artesanos abocados a la producción de determinados objetos, entre los que se destacaron aquellos elaborados en cerámica (Laguens y Juez 2001; Fabra 2002).

3 Me refiero a la clásica distinción entre Reino Animal, Reino Vegetal y Reino Mineral, clasificación cardinal del mundo terrenal y sobre la cual se clasifica toda la demás materia existente.

4. Las investigaciones arqueológicas en el valle de Ambato comienzan en el año 1973, cuando Osvaldo Heredia y José Antonio Pérez Gollán realizan una primera prospección del área de Los Castillos. Desde esa fecha y hasta 1976 se realizaron cuatro campañas arqueológicas con apoyo financiero del CONICET. La dictadura militar del año 1976 interrumpe abruptamente las investigaciones, y provoca persecuciones académicas, el asesinato y desaparición de tres miembros del grupo, y el exilio obligado de la mayoría de los miembros del equipo de investigación. Hacia 1986 y, según lo manifiestan los propios miembros del equipo, gracias al decidido apoyo de Alberto Rex González, se reanudan las investigaciones en el valle de Ambato, ya en el año 1987 bajo la dirección de Heredia y Pérez Gollán. La muerte de Heredia en 1989 hace que Pérez Gollán continúe con la dirección del equipo. Las investigaciones adquieren un nuevo giro en la década del ’90, cuando Andrés Laguens y Mirta Bonnin se suman al Proyecto Arqueológico Ambato, bajo cuya dirección, junto con José Pérez Gollán, se continúan hasta la fecha las investigaciones en el valle, correspondiendo a esta etapa las excavaciones realizadas en el sitio Piedras Blancas durante los años 1996, 1999, 2000, 2001 y 2004. También en el valle de Ambato, en el sitio La Rinconada, realiza sus tareas el equipo de investigación dirigido por la Dra. Inés Gordillo.

5. Los análisis metalográficos fueron realizados por la Ing. Liliana Nosei y el Ing. Adrián Ángel Pifferetti en el Instituto de Mecánica Aplicada y Estructuras (IMAE) de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario.


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*Guillermina Espósito es Licenciada en Antropología de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Este artículo forma parte de su tesis de Licenciatura en Antropología defendida en el mes de junio de 2005. Actualmente se encuentra realizando la Maestría en Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba, participando del Núcleo de Cultura y Política del Museo de Antropología. Desarrolla su investigación en el campo de las representaciones y usos políticos de la identidad y la memoria en una comunidad aborigen de la provincia de Jujuy.